Desde el comienzo de los procesadores de texto siempre ha existido la necesidad de formatear los documentos de acuerdo a un conjunto de normas que se establecen previamente de acuerdo a unos requisitos: documentos empresariales, orientados al marketing, generación de informes de resultados o análisis... etc. Dichos documentos establecen inicialmente unas propiedades que se van a mantener durante toda la etapa de generación del mismo. A este conjunto de propiedades que establecen la forma del documento, le llamaremos formato.
Tan importante es generar el contenido del documento como generar el formato del mismo. Pues, de echo, es la cara visible que cualquier persona va a tener accesible cuando quiera consultar los contenidos del documento. La importancia de la forma estriba en el nivel de satisfacción que deseamos que tenga la persona que va a consultar nuestros informes: los colores empleados, la forma de las letras, la colocación de los párrafos, la sencillez de búsqueda de información concreta... Son elementos que no se pueden tomar a la ligera y menos ignorar. Puesto que el futuro uso de nuevos documentos (o reutilización de los ya existentes) por parte del mismo usuario depende de ello.
Si estos conceptos ya son importantes en la vida ordinaria y en la documentación generada por diversas fuentes, con más razón en Internet, donde la forma muchas veces marca el éxito de las páginas Web o bien la caída en el olvido en los inmensos mares de bits de la Red mundial.
Pero en Internet surge una necesidad - que ya existía en los primeros sistemas de edición de documentos, pero que no está tan marcada - : la posibilidad de poder cambiar de manera sencilla y rápida el formato de los documentos. ¿Por qué?... porque Internet es un medio totalmente dinámico, que siempre está cambiando, evolucionando, probando nuevos elementos visuales. Y las páginas Web mantienen una auténtica “guerra” a ver quién consigue un formato visual más atractivo, que enganche al usuario y así fidelizarlo lo más posible. Debido a esta cadena continua de cambios, los documentos HTML deberían proporcionar mecanismos que permitieran “cambiar” la forma del documento de un manera ágil, sin que afecte a la estructura del mismo, de tal manera que a base de asignar nuevas “plantillas” de formato, la forma del documento aparentara cambiar radicalmente de aspecto.
Pudiendo ser depurado éste de manera continua, y dando, además, la posibilidad de verse mejorado a base de adición de nuevos elementos de formato. Se consigue así independizar el contenido de la forma.
A este conjunto de “plantillas” de formato de documentos las denominaremos hojas de estilo. Y serán las que determinen las propiedades graficas de formato que deben cumplir todos y cada uno de los elementos HTML de los que se compone una página Web. Puesto que podremos estructurar diversas
hojas de estilo en función a diversos criterios, y dichas hojas aplicarlas sobre un mismo documento, ampliaremos el nombre las mismas por el de hojas de estilo en cascada, dando a entender que es posible combinar varias hojas de estilo para obtener efectos de presentación complejos, fruto de la aplicación en cascada de las mismas. Y si en algún momento el diseño no va de acorde a las expectativas, siempre será posible cambiar aquella hoja que no es de agrado y sustituirla por otra mejor sin afectar al resto de los componentes.