Aunque CSS es una norma que permite independizar de una manera extremadamente flexible el contenido de la forma, lo cierto es que también es una fuente potencial de errores de concepto.
Puede ocurrir que nos olvidemos de la máxima absoluta del diseño independiente de contenido – forma y diseñar los documentos orientados a las hojas de estilos que ya están creadas para poder obtener los efectos de tabulado deseados. Esto no es correcto, puesto que en un futuro modificar la forma implicará modificar el documento.
Así mismo ocurre también tener la tentación de modificar los elementos base de HTML para producir efectos de herencia y evitar así trabajo innecesario a la hora de rediseñar el documento. Pero es también un error, puesto que futuras aplicaciones de la hoja de estilo invalidaría el uso correcto de las normas de presentación elementales de HTML. Y más si un tercero va a diseñar páginas nuevas y no conoce la aplicación de las normas de estilo del documento, viéndose forzado a rescribir las reglas originales de nuevo.
Con lo cual, podemos comprobar que si no se realiza un buen diseño el empleo de CSS puede
desembocar en un descontrol de formatos que incluso pueden machacarse unos a otros. Haciendo
inviable la independencia contenido – forma.
Como resumen a este punto, dictar una nueva máxima absoluta: diseñar los documentos sin estilos.
De manera que puedan ser correctamente leídos en cualquier tipo de entorno. Un documento
nunca dependerá de su estilo. Después, y cuando las normas de diseño lo exijan, será cuando
apliquemos estas “mascaras” de formato gráfico que llamaremos “estilos”.
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